Punto de partida

La vida se compone de un sinfín de momentos, muchos de ellos inolvidables y otros totalmente prescindibles, aunque todos, finalmente, nos ayudan a ser lo que somos hoy. Es difícil aglutinar muchas de estas vivencias, la gran mayoría, finalmente, abocadas al olvido. Pero siempre hay oportunidades de mantenerlas en la memoria y, por qué no, compartirlas con otros, en un afán por rescatar aquello que nos ha hecho felices en un determinado momento o que ha contribuido a cambiar nuestra vida en otro. Desde la máxima humildad, faltaría más, este blog pretende ser un compendio de todo ello. Una mirada al pasado para afrontar el futuro, disfrutando, siempre, del presente.

martes, 12 de mayo de 2009

Aprendiendo a ser periodista

Recuerdo la primera vez que oí hablar de La Tribuna. Era junio del año 1999 y yo, como la mayoría de estudiantes de periodismo al llegar esas fechas, echaba mi entonces limitado currículo a infinidad de medios para realizar prácticas en verano. Cuando conseguimos hablar al fin, ellos ya habían seleccionado a su plantilla estival pero me ofrecieron la oportunidad, para mí siempre lo fue, de venir durante las vacaciones a trabajar por la mañana. No tenía nada que perder y mucho que ganar, así que no me lo pensé dos veces. Hoy, creo que ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida laboral.
Llegué a una redacción relativamente nueva, con un año de vida en Guadalajara y con buenísimos profesionales, personas que, desde entonces, han sido referentes para mí en esta profesión. No podía ser menos. Me enseñaron algo que no muestran los libros ni revelan las horas de universidad. Me metieron el gusanillo del periodismo en el cuerpo, ratificaron mi vocación y desde entonces, mi vida, para bien o para mal, ha estado ligada a ese descubrimiento.
Era inevitable, por tanto, que volviera a esta redacción y lo hice en cuanto tuve la menor ocasión, de la mano de dos personas que han influido de forma decisiva en mi trayectoria periodística: Concha Vicente y Geles López. Ellas confiaron en mí, me dieon alas, muchas responsabilidad desde el principio y algún que otro quebradero de cabeza, por qué negarlo, aunque a su lado maduré y, salvando las distancias y todo lo que esta profesión tenga a bien depararme (que espero que sea mucho), me convertí en la periodista que hoy soy.
En La Tribuna he vivido con creces mis mejores momentos profesionales, y también los peores. Me he reído sin parar y me he ido a casa con los ojos rojos de la impotencia y el corazón en un puño maniatado por las lágrimas a punto de brotar. Me he hecho mayor y he aprendido a amar a esta ingrata profesión que te quita tanto y a menudo te da tan poco, pero que siempre te mantiene a su vera cuando en ti se ha despertado el afán por informar. Soy periodista, supongo, y eso, hay poca gente que lo entienda.
En este tiempo han pasado muchas cosas y he tenido la oportunidad de vivir de primera mano momentos memorables de la historia de este país y de esta provincia. Pero si tengo que quedarme con algo, dos cosas vienen indefectiblemente a mi mente. En primer lugar, la libertad con la que siempre he trabajado en este periódico. Que se me haya escuchado y que siempre se haya apostado por la verdad, fuera cual fuese y al precio que tuviera.
Y por último, pero no menos importante, por la gente. Los mejores. Durante estos años he tenido el grandísimo honor de trabajar con auténticos profesionales, con gente maravillosa y, sobre todo, con personas a las que hoy tengo el grandísimo orgullo de llamar amigos. Gracias a ellos se soportan las horas, la tensión y los tragos amargos. Gracias a ellos, sobre todo gracias a ellos, por encima de noticias y reconocimientos, ha merecido y merecerá siempre la pena haber estado aquí. Muchas gracias.

(Artículo extraido del Especial X Aniversario de La Tribuna de Guadalajara, 12 de marzo de 2008)

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