Una reflexión adecuada en unos días de gran resaca, de esas que te hacen estallar la cabeza, te llenan de malestar y te avergüenzan por lo sucedido la noche anterior. Sólo que en estos momentos, la vergüenza es ajena y la rabia generalizada porque, una vez más, los ciudadanos pagamos los vaivenes de aquellos que cierto día nos prometieron una vida mejor y que ahora nos ponen contra las cuerdas después de dos años de crisis económica.
Todavía somos muchos los que no terminamos de creer algunas de las medidas anunciadas por el Gobierno de la nación, materializadas en el mayor recorte de derechos sociales que se conoce en democracia (entre las decisiones anunciadas por el Ejecutivo para que el país ‘supere’ el 11,2 % de déficit y el más del 20% de paro, destaca un descenso del 5% en el sueldo de los funcionarios, la suspensión de la revalorización de las pensiones en 2011 o la eliminación del cheque-bebé para el año que viene). Un cúmulo de despropósitos que son tal por el interlocutor elegido y porque proceden de un Gobierno que hace dos años nos ocultó la crisis, para alzarse con el poder, y que lo hizo basando gran parte de su programa en una importante oferta de medidas sociales. Estas medidas sociales. ¿Y ahora qué?
Mientras, la oposición se resquebraja bajo el yugo de la corrupción, el caso Gürtel y los enfrentamientos internos por un poder que se muestra esquivo y que pone pies en polvorosa, precisamente, a causa de esas diferencias que restan credibilidad, seguridad y empatía a cualquier proyecto de futuro.
Atrás quedaron aquellos que comenzaron en el mundo político llevados por un deseo de mejorar las cosas y trabajar al servicio de sus conciudadanos. Los que aún lo piensan duran poco. Pronto, los asaltos de poder, los tratos de favor, las comisiones ocultas y los intereses pasan a un primer plano. La corruptela del Estado se adentra en aquellos que apuran el sillón y rechazan la alternancia, tan necesaria en cualquier Estado de Derecho que quiera evitar los vicios y cohechos.
Lo mismo les da. Ellos seguirán llegando a fin de mes. Mientras, nosotros, todos aquellos que les hemos puesto ahí, malvivimos para cumplir con nuestras obligaciones tributarias y seguir pagando unos derechos ilusorios, que apenas disfrutamos y que ahora se ven mermados, y a unos políticos caraduras que aguantan las críticas con la tranquilidad que da tener el estómago saciado y los bolsillos llenos.
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