Punto de partida

La vida se compone de un sinfín de momentos, muchos de ellos inolvidables y otros totalmente prescindibles, aunque todos, finalmente, nos ayudan a ser lo que somos hoy. Es difícil aglutinar muchas de estas vivencias, la gran mayoría, finalmente, abocadas al olvido. Pero siempre hay oportunidades de mantenerlas en la memoria y, por qué no, compartirlas con otros, en un afán por rescatar aquello que nos ha hecho felices en un determinado momento o que ha contribuido a cambiar nuestra vida en otro. Desde la máxima humildad, faltaría más, este blog pretende ser un compendio de todo ello. Una mirada al pasado para afrontar el futuro, disfrutando, siempre, del presente.

viernes, 26 de marzo de 2010

Un gran vacío

(Artículo realizado por una servidora y publicado en el Anuario de la Prensa de Guadalajara 2009, presentado el 22 de marzo de 2010. Posiblemente el último artículo que publique en este blog específicamente sobre La Tribuna de Guadalajara. Todos hemos pasado ya página. Llega pues el momento de las despedidas).


Un gran vacio
Un enorme fundido en negro y después… la nada absoluta.
Es como recuerdo el día siguiente al último número de La Tribuna de Guadalajara, las jornadas que continuaron, las horas posteriores. Ha pasado el tiempo y nuestras realidades han evolucionado hacia otros sentimientos, otras querencias, otras ilusiones. El recuerdo ya no hace daño y la experiencia enfoca el ánimo hacia un mañana necesario para seguir adelante, porque debe ser así. Pero a pesar de todo, para mí, y creo que para muchos de mis compañeros, el día 27 de julio de 2009 significará siempre un ‘fundido en negro’ dentro de nuestras vidas, de nuestras trayectorias profesionales y, por qué no, también vitales.

Cuando se habla de la ‘nada’, ésta se nos presenta como un gran vacío que inunda todo y en el que no hay cabida para el acompañamiento y la empatía. Y sé que muchos sentimos esa sensación durante las primeras semanas. Las palabras de aliento y las promesas que nos acompañaron en nuestra lucha se vieron sofocadas por las vacaciones veraniegas y la propia rutina. La actualidad de nuestro cierre dio paso a nuevas noticias y testimonios que recoger en los medios, porque todos bien sabemos las condiciones que imperan en esta ingrata profesión nuestra, y conocemos cómo lo que hoy es importante, mañana pasa a escalar puestos en las páginas de interés dando lugar a otras noticias más presentes. Nosotros, tan acostumbrados a realizar ese proceso, también nos convertimos en protagonistas del mismo y tomamos conciencia de algo: La Tribuna no volvería a existir y, lo que es más importante, sus periodistas, pese al trabajo desarrollado en los años precedentes, habían dejado de interesar, subyugados por la crisis económica y la propia cotidianeidad del quehacer periodístico.

Cuando estás tan acostumbrado a dirimir lo que es noticia de lo que no lo es, sabes perfectamente en qué momento el cierre de La Tribuna, y con él tu labor de los últimos años, ha dejado de marcar la actualidad y, por tanto, cuándo es el momento de pasar página. Lo que no es noticiable no existe y es entonces, verdaderamente entonces, cuando tomas conciencia de lo que ha ocurrido y cuando te das cuenta de que la vida que antes llevabas, que marcaba tu día a día y que incluso condicionaba tu existencia personal, ha dejado de existir, o lo que es aún peor, continúa, pero sin ti.

A lo largo de estos meses sé de compañeros que han visto cómo sus teléfonos han dejado de sonar, cómo han sido ignorados por personajes políticos que no dudaron en reclamar su atención durante otras épocas de sus vidas, cuando interesaba, por supuesto, o de qué forma se han sentido totalmente desamparados por aquellos que meses antes elogiaban, e incluso imitaban, su propio trabajo. Y en el fondo, pese a la decepción vivida en algunos momentos, es algo que no me resulta extraño.

Siempre fuimos un medio de comunicación incómodo, que se negó a pactar con las apariencias y lo ‘políticamente correcto’, en un responsable compromiso con la sociedad de Guadalajara que, a menudo, nos obligó a sacrificar nuestras propias vidas en una búsqueda por un periodismo mejor, más atractivo y, sobre todo, contrastado y alejado de los intereses de aquellos que utilizan los medios como mero vehículo para sus propósitos personales. Hoy muchos respiran tranquilos.

No se equivoquen. La Tribuna de Guadalajara fue grande por la gente que trabajó en ella a lo largo de 11 años de forma desinteresada. Personas que, efectivamente, poco entienden de los pactos entre aquellos que mandan. Profesionales ajenos a los subterfugios que sólo pretenden cubrir intereses políticos o económicos en contra de los principios básicos de esta profesión. Aunque nuestra única responsabilidad en el cierre del primer diario alcarreño fue trabajar por un periodismo que consideramos riguroso y responsable con el ciudadano, terminamos pagando cara nuestra inocencia. La crisis impuso sus normas y aquellos que ponían el dinero sobre la mesa dejaron de hacerlo. Simplemente no interesaba.

Hoy las cosas han cambiado. El ser humano evoluciona por naturaleza y los ‘tribuneros’ no hemos sido una excepción. La gran mayoría, azotados por una situación económica adversa, una profesión en constante evolución y un escenario periodístico cuyas bases se tambalean, han tomado las riendas de sus vidas y han invertido este tiempo en formación, cursos de reciclaje y reorientación. Otros han decidido dar un vuelco a sus existencias y los hay, incluso, que han encontrado otro trabajo y han aceptado que La Tribuna ha sido un lugar de paso, aunque nunca una meta.

Sin embargo, hay un sentimiento común: el cariño por la responsabilidad, la nostalgia por los momentos vividos y el orgullo por las noticias publicadas. Porque aunque este primer diario sea ahora tan sólo un recuerdo, la historia de la provincia seguirá alumbrando acontecimientos, inauguraciones y noticias que, en su momento, fueron anunciados por el medio y desvelados por sus periodistas. No lo olviden.

Quizás por ello, poco importa que La Tribuna de Guadalajara se haya convertido hoy en historia; sus profesionales, créanme, están más vivos que nunca.

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