Punto de partida

La vida se compone de un sinfín de momentos, muchos de ellos inolvidables y otros totalmente prescindibles, aunque todos, finalmente, nos ayudan a ser lo que somos hoy. Es difícil aglutinar muchas de estas vivencias, la gran mayoría, finalmente, abocadas al olvido. Pero siempre hay oportunidades de mantenerlas en la memoria y, por qué no, compartirlas con otros, en un afán por rescatar aquello que nos ha hecho felices en un determinado momento o que ha contribuido a cambiar nuestra vida en otro. Desde la máxima humildad, faltaría más, este blog pretende ser un compendio de todo ello. Una mirada al pasado para afrontar el futuro, disfrutando, siempre, del presente.

viernes, 27 de abril de 2018

No siempre es no.... sobre todo cuando me quieres follar


#noesno. No, una sola palabra que parece contundente, que no admite réplica, en al menos casi todos los ámbitos de la vida. A excepción de uno, aquel en el que entra en juego la sexualidad, el cortejo mal entendido, el abuso y, sí, cuando se consuma tal abuso, la VIOLACIÓN.

Yo sé lo que es eso. TODAS lo sabemos. Pensemos en un caso. Empezar una noche de celebración. Pasarte un poco, no calibrar al cien por cien y fundirte en el ambiente festivo. Divertirte. Empezar a coquetear y llevar incluso el tonteo al ámbito sexual. “Él va de duro. Pues yo también. Me gusta pero no quiero que piense que soy una pringada”. Y sigues. Hasta que te das cuenta de que para lo que para ti son bromas subidas de tono para él ya han pasado a otro nivel. Comienza a hacerte proposiciones que te incomodan.

Sabes que no quieres. No llegar hasta ahí. Una cosa es el vacile, aunque vayamos todos borrachos y nos descojonemos de nosotros mismos, y otra muy distinta llegar a algo que no te apetece. Sin más. No hacen falta excusas. No son necesarias las justificaciones.

Y dices NO, el primer no. Pero, eres consciente, es un NO muy pequeño, porque aún estás buscando la forma de salir de este lío sin parecer una calientabraguetas (con eso te vas a ir, por lista), y, sobre todo, intacta. Ya sabes, por cultura, experiencia, por la sociedad en la que vives (y da gracias, en otros países ya te habrían violado), que el peligro está ahí . Has cruzado la línea aunque desconozcas el momento en el que lo hiciste. Puede que desde el primer momento en el que empezaste a hablar con él.


Tras esa ‘revelación’ lo repites varias veces: “No, no, no…”, alguna incluso con seguridad. Pero se mofa. No te cree. Piensa que es una broma. Además está borracho. Se pone pesado y con cada nuevo acercamiento se torna más fuerte, intrusivo, poderoso. Comienzas a tener miedo internamente. Un cosquilleo desagradable que golpea tu espinazo y aviva en ti el instinto de alerta. Y un temor, cada vez más aterrador, de que no vas a salir indemne, de la forma en la que sea, NO.

Y aún así, eres lista. Has estado con él un rato y estabas a gusto. Sabes que llevarás la situación mejor por las buenas, simulando un buen rollo que se fue hace tiempo e intentando minimizar lo que pueda pasar. Pruebas. Le apartas. Pero él se resiste y se pega más. Te invade, te violenta y el temor llega a cotas descomunales. Y entonces tomas una decisión. Sobrevives.

Cierras los ojos con el primer beso. No. Y pones una resistencia que él interpreta como juego (me pregunto por qué) e intensifica la presión. Y entonces empiezas a querer desaparecer, te retuerces, aún cuando un sentimiento ¿innato?, un estigma histórico, te aconseja ceder, dejarte llevar y disimular tu rechazo porque todo irá más rápido y saldrá mejor. ¿Para quién? Para ambos piensas. Pese a que sabes que mientes.

Así que te ¿dejas? (No) Poseer, tensa, poniendo resistencias incontroladas que nacen de lo más profundo de tu ser pero que él interpreta, como hacen muchos, como un cortejo juguetón: “No te resistas. Lo estás deseando”. (No, no, no…)

¿Lo imaginas? ¿Lo has vivido? ¿Algo similar? ¿Incluso con tu pareja, sí? Imagínate ahora lo mismo, pero no con uno. Con cinco tíos borrachos, mayores que tú, que te llevan a un rincón.

No necesito una sentencia para identificar un sentimiento. Las leyes, son leyes. Los castigos, castigos. La sumisión y el servicio de complacencia que nos han impuesto desde siempre los hombres y, sí, que nos hemos infringido también las propias mujeres (“Mira cómo va” “Parece una tal” “Esa sí que es una zorra…”), no entiende de jurisdicción. Por desgracia va mucho más allá. Mucho más.

Sí, yo entiendo lo que vivió la víctima de La Manada. Otras nos hemos visto intimidadas, cuestionadas, asustadas con mucho menos… y hemos claudicado. Nos han educado así y hasta lo han vestido de cierta normalidad. “Ella se lo ha buscado” “Si es que va provocando” “Cuando juegas con fuego, te quemas”. Entiendo que en un mundo que juega a esas reglas se considere que eso no es intimidación. Pero lo es.

Y es violación. Violación de tu espacio desde el momento en el que te invade y no quieres. NO. Violación de tu persona cuando va más allá. NO. E, incluso, violación de tus relaciones y de tu seguridad futura cuando después intentes continuar. Dolida. Mintiéndote y diciéndote que solo ha sido una mala experiencia sexual que se te fue de las manos. Pese a sentirte tan despreciable y ultrajada en el fondo de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario