Punto de partida

La vida se compone de un sinfín de momentos, muchos de ellos inolvidables y otros totalmente prescindibles, aunque todos, finalmente, nos ayudan a ser lo que somos hoy. Es difícil aglutinar muchas de estas vivencias, la gran mayoría, finalmente, abocadas al olvido. Pero siempre hay oportunidades de mantenerlas en la memoria y, por qué no, compartirlas con otros, en un afán por rescatar aquello que nos ha hecho felices en un determinado momento o que ha contribuido a cambiar nuestra vida en otro. Desde la máxima humildad, faltaría más, este blog pretende ser un compendio de todo ello. Una mirada al pasado para afrontar el futuro, disfrutando, siempre, del presente.

martes, 22 de diciembre de 2009

Pasajes de un Nómada. El primer paso.

Era un nómada. No tanto por su itinerancia como por sus afectos, escasos al fin y al cabo. Pocas cosas había que realmente le vincularan a algún sitio y, quizás por ello, había aceptado que sus dependencias, emocionales o psicológicas, distaban mucho de ser similares a las de los demás, alejándolo por tanto de los otros y acentuando una soledad con la que había comenzado a sentirse cómodo. No se avergonzaba por ello. Ya no.

Durante gran parte de su vida había servido a los intereses, propósitos y querencias de aquellos que, finalmente, habían tomado otros derroteros condicionados por las propias responsabilidades y el cumplimiento de etapas en su trayectoria vital. Formaba parte de la existencia y él no era autoridad alguna para cuestionarlo.

Sin embargo, si de algo había estado exenta gran parte de su biografía había sido de la lógica. Quizás por ello no fue extraño que su trayectoria tuviera otros caminos, otras pasiones y entregas y que éstas, como era de esperar, le llevaran a conocer naturalezas inexploradas, distintas emociones y nuevas referencias. Algo había cambiado, tanto en el exterior como en sí mismo. Y tras ello, era imposible volver a ser la misma persona. No lo era.

Por ello, una mañana, acompañado de su mejor y único amigo, un triste can llamado Destino, emprendió un viaje de ida con el único deseo de vivir, verdaderamente, al margen de prejuicios y convencionalismos, bajo los principios de su única conciencia, en consonancia con su corazón y al margen de simulaciones interesadas. Sabía que no sería fácil.

Atravesó valles, cruzó puentes y vadeó inmensos lagos en su intenso caminar. Fue así como llegó a una piedra, al borde del camino, sobre la que se encontraba una ardilla que afanosamente devoraba una bellota. El animal apenas le miró aunque mostró con ira sus dientes a Destino, custodiando aquello que consideraba de su propiedad.

-Tranquila pequeña criatura, los perros no comen bellotas.- sonrió el Nómada.
-No es de su hambre de lo que me protejo.- sentenció la ardilla - Sino de su deseo por tener aquello que no posee. Huyo de su instinto por arrebatar a otro, aparentemente más pequeño y más débil, lo que a éste le aporta cierta felicidad.
El Nómada rió más fuerte:
- Es posible que consideres la bellota un símbolo de felicidad, pero resulta insignificante para un animal como él.
- Bellota, carne… qué más da.
- Además, ¿por qué querría él tener algo que no le sirve de nada?, insistió el hombre.
El roedor asintió tristemente:
- Yo también me lo pregunto.

El Nómada se dispuso a seguir su camino pero sólo unos pasos después, Destino se volvió con una desconocida rapidez y se abalanzó contra la ardilla, que puso pies en polvorosa y huyó dejando el fruto a los pies de la enorme roca.

El Nómada miró al can con reprobación, pero éste apenas le hizo caso. Durante un instante mordisqueó la bellota con aparente interés. Segundos después yacía carcomida al borde del camino.

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